jueves, 26 de junio de 2014

Casa en el árbol (Eduardo Garcia)

En la copa de un árbol construiré nuestra casa, 
con tablones y clavos e ilusión y un martillo 
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes, 
cuartos en espiral, secretos pasadizos 
donde obra el azar el don de los encuentros 
y de pronto amanece si me miras al fondo 
por donde el viento corre a refugiarse, 
madera en la madera, crujen las estaciones, 
pasan a visitarnos los amigos, 
huele a café, huele al árbol en que nos acogemos, 
al rumor de las hojas, a la tierra 
donde brota su impulso, su sed de los espacios, 
se siente allí el verdor de las promesas, 
casa y árbol fundidos, una sola criatura, 
se es feliz de algún modo impreciso y vital, 
con los años al árbol le van creciendo ramas, 
gana cuerpo, se inclina hacia las nubes 
y de pronto la casa ha ascendido unos metros 
y hasta el aire es más puro, más ancho el horizonte, 
las estrellas fugaces proliferan, ahora 
vigila la espesura, hay luz en la ventana, 
a cubierto de todo, suspendida, 
luz de hogar en la noche, resplandor, 
y una escala de cuerda entre las ramas, 
si subes por la escala no hay retorno, 
en la cima del viento hallarás nuestra casa. 

La Vida Nueva (2008)

jueves, 19 de junio de 2014

Divagación (Joaquín Riñón Rey)

Escribo estas palabras, y no entiendo
por qué tan sólo soy (yo que no soy)
la confusión de unos sordos sonidos.

                               FRANCISCO BRINES




Hoy sólo soy la queja de una sombra. 
Mi sistema nervioso
no es más que una ficción virtual
                         suspendida en el humo
                         en la nada invisible
de la materia.

Pacen las horas
como animales innombrables.

No encajan los sonidos
entre la nervadura de mis letras.

No encuentro el arma
que lapide mis sueños
ni florece mi voz
                                  porque no sé
apilar las palabras en mis labios.
No sé si soy un eco
cinéreo que vuela en escisión
o nube transportada hasta un mundo infinito.

Más bien puede que sea
un trozo de algo
                                  deletreado
que se reclina
ante la dimensión de un punto
mínimamente caligráfico.


que hay algo que me empuja,
pues me veo hablando con el crepúsculo
en un no signo
de lengua enmudecida
que pronto vira amenazante.

Mas lo que me disuelve no es
la quimera
                     ni el viento
                                          ni la nada,
sino este mi real lenguaje
que ofende, que mutila, que herrumbra
el paisaje hialino en el que estoy.


Pero no culpo
de su imperturbable aroma esencial
al signo de la rosa,
aunque a veces escueza entre los labios,
sino a las densas horas de la noche
(animales
                            de espíritu febril,
llenos de losa y bruma
que me impiden pensar).

Mas,
pese a ese empeño del destino
de hacer de mí la nada más espesa,
seguiré con cariño escribiendo mis versos,
aunque sean voz
                                      de agua parda
que resbale entre manos que se cierran,

aunque viva atorado,
ennegrecido, como virtual sombra, 
sin saber qué es lo que me empuja
ni por qué sigo haciéndome
todavía
estas mismas preguntas.

Ausencias, El Limonero de Homero III (2012)


jueves, 12 de junio de 2014

VII (Miguel de Unamuno)

    Cerré el libro que hablaba
de esencias, de existencias, de sustancias,
de accidentes y modos,
de causas y de efectos,
de materia y de forma,
de conceptos e ideas,
de números fenómenos,
cosas en sí y en otras, opiniones,
hipótesis, teorías…
    Cerré el libro y abrióse
a mis ojos el mundo.
Traspuesto había el sol ya la colina;
en el cielo esmaltábanse los álamos
y nacían entre ellos las estrellas;
la luna enjalbegaba el firmamento,
cuyo fulgor difuso
en las aguas del río se bañaba.
Y mirando a la luna, a la colina,
las estrellas, los álamos,
el río y el fulgor del firmamento
sentí la gran mentira
de esencias, de existencias, de sustancias,
de accidentes y modos,
de causas y de efectos,
de materia y de forma,
de conceptos e ideas,
de números fenómenos,
cosas en sí y en otras, opiniones,
hipótesis, teorías;
esto es: palabras.
    Sobre el libro cerrado
que yacía en la yerba
por la luna su pasta iluminada,
mas su interior a oscuras,
descansaba una rana
que iba rondando su nocturna ronda.
¡Oh Kant, cuánto te admiro!

Rimas de dentro, 1923

jueves, 5 de junio de 2014

VII (Angel Campos Pampano)

A veces sólo un gesto es suficiente
para salvar el día.
Y escribir tal vez es ese gesto
que prolonga el latido de los pulsos
hasta la sed secreta de los párpados.
Escribir tal vez sea extraviarse en el canto
más oscuro, en la memoria extrema
de la noche adentro, donde el hombre
ignora su derrota, las formas del cansancio,
el cuerpo del amor que ya no reconoce.
Escribir tal vez sea comparecer ante los otros
con los ojos más limpios, indefenso,
y vacías las manos, sin dispersar la voz,
respirar con sosiego bajo el agua.
No hay otro modo de mirar las cosas
sin perderlas del todo.
La voz en espiral (1998)