jueves, 28 de mayo de 2020

Hombre raro (Alejandro López Andrada)

Soy el último hombre que habla con los pájaros,
el que susurra al ojo del autillo
cuando en el campo
ya no queda nadie
y en el crepúsculo yace un resplandor
que sólo mi alma puede comprender.
Soy el anciano
que ama las ortigas
cuando, al atardecer, vomita el sol
la lentitud violeta de las sombras
que tiemblan como enredaderas mansas
baja la carpa inútil de lo azul.
En derredor de mi alma
solo hay frío
pero en mi pecho aún duermen los pastores
y cae el estío en la palma de mi mano
como un lagarto de oro.
Soy la luz
que a los gañanes muertos les da agua,
aquel que ama el dolor de los nogales
cuando vomita juncos y brezo el sol, minutos antes
de la oscuridad.
A veces soy la espiga
enamorada
de las estrellas últimas del cielo
y me hundo en las veredas más lejanas,
donde no llega nadie en el invierno
que no sea el vuelo del autillo en flor y el deambular
del vagabundo angélico
que en los trigales esconde
la humildad serena de su viejo acordeón.
Vivo en el vientre antiguo de las nubes
y en el otoño acojo los silencios
felices del buhonero
que transita entre las zarzas del amanecer.
Los mirlos me saludan cuando cruzo
la paz del horizonte hundido
y vuelo
con las libélulas por la superficie
del lago indestructible del amor.
Me abrazan las collalbas:
soy el viejo,
el hombre último que habla con los pájaros.
Nadie me entiende; por eso tengo alas
y aún me refugio en la musgosa paz
del búho feliz entre los peñascales
o en el sigilo de los petirrojos bajo el temblor violeta
de las sombras
que aún regurgita el sol de mi niñez, donde aún resiste la única verdad.

La esquina del mundo  (2012)

jueves, 21 de mayo de 2020

Las garzas (Miguel Ángel Velasco)

                                           Para Angelika

Las vi cruzar el puente, en un rasguño
de la noche cerrada: transcurrían
en formación precisa,
un sereno triángulo
como flecha segura que apuntara
al corazón del sol adivinado
más allá de la niebla,
tatuaje rojo inscrito en el calor
del territorio propio entre las alas.
Batían en la fe de un solo pulso
el plomo de los cielos, sacudiéndose
las bajas nubes tardas.
Volaban de memoria aquellos pájaros,
fantasmas de pureza con la mirada fija
en la línea de acero de una ancha tierra santa.
Quedé como imantado
en toda mi estatura a la alta aguja
de su navegación, mientras seguía
con los ojos errantes el vector de su rumbo.
Al cabo, la bandada
fue mullendo su esquema en una mecha
de bruma, hasta perderse
en la tinta del cielo.
¿A dónde irían
las garzas? Sólo sé
que algo de mi partió
como saeta fiel aquella noche
desde el arco del puente;
algo de mí se fue y boga dichoso
hacia algún sur de luz en la flecha del vuelo.



"La miel salvaje" (2003)
      

jueves, 14 de mayo de 2020

Para que los hombres...(Juan L. Ortiz)

Para que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles o profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar el mundo,
con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños.
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.


"La rama hacia el este" (1940)

jueves, 7 de mayo de 2020

Cielo (Claudio Rodriguez)

AHORA necesito más que nunca 
mirar al cielo. Ya sin fe y sin nadie, 
tras este seco mediodía, alzo 
los ojos. Y es la misma verdad de antes 
aunque el testigo sea distinto. Riesgos 
de una aventura sin leyendas ni ángeles, 
ni siquiera ese azul que hay en mi patria. 
Vale dinero respirar el aire, 
alzar los ojos, ver sin recompensa, 
aceptar una gracia que no cabe 
en los sentidos pero les da nueva 
salud, los aligera y puebla. Vale 
por mi amor este don, esta hermosura 
que no merezco ni merece nadie. 
Hoy necesito el cielo más que nunca. 
No que me salve, sí que me acompañe.  

"Alianza y condena" (1965)