Ayer tarde
volvía yo con las nubes
que entraban bajo rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos constantes.La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
solo yo podía estar
entre las rosas finales.Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.Los árboles se olvidaron
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.Me retardé hasta la estrella.
En vuelo de luz suave
fui saliéndome a la orilla,
con la luna ya en el aire.Cuando yo ya me salía
vi a los árboles mirarme,
se daban cuenta de todo,
y me apenaba dejarles.Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.Y ya muy tarde, muy tarde,
oí hablarme a los árboles.
De «Romances de Coral Gables», en En el otro costado, 1936-1942.
Bellísimo.
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