jueves, 30 de abril de 2020

Gente entre la gente (Harkaitz Cano)

Toda esta gente, ¿dónde encuentra la intensidad? 

Me refiero a ese ímpetu que, sin llegar a provocar el llanto, 
palpita tras los ojos. 

¿Dónde la encuentra? 

¿En las carreras de caballos, en partidos de fútbol? 
¿En las tiradas de dados del juego de la oca, 
entre cárceles, casilleros, bautizos y bodas? 
¿En las crónicas de curaciones posibles o imposibles 
de enfermedades, severas y leves, siempre ajenas? 
¿Es la alta literatura de las revistas del corazón 
la que les aplaca la pulsión interior, el ansia? 
Ya que se conformaron con su condición de espectadores, 
¿cuándo apedrearon su vocación verdadera de clowns trágicos? 
¿Dónde fue enterrada? 
¿Acaso tuve también yo la oportunidad 
de firmar como felices mis días 
a cambio de sutiles daños colaterales, de no sufrir demasiado 
o de afirmar no hacerlo? 
¿Qué me impidió aceptar la onerosa mecánica de las cosas y los días? 
¿Cuándo pasó inadvertidamente ante mi puerta 
aquel trato sin letra pequeña, aquel Diablo Viajante, 
que ofrecía su muestrario de abriles desgajados sin almanaque? 

¿Qué otra cosa, sino el orgullo, 
me impide ser gente entre la gente? 

(Inédito)

jueves, 23 de abril de 2020

Origen (Arturo Tendero)

Procedo de una hoguera en el bosque
y oigo cantar las llamas dentro y fuera de mí.
Cuántas veces la sangre de mi sangre
se quemó con ortigas, cómo tiene
grabada en el instinto la fuga de la liebre,
una rama que cruje, el lejano relámpago,
la aspereza del liquen en la piedra.
Si oyes pasar la brisa en los abrojos,
la oímos a la vez. Si te cercó la lluvia
al abrigo de un risco,
si has confundido una carrasca oscura
con una alimaña en el barranco,
nos acurrucábamos juntos.
Oigo la sed de la simiente
y cuando abrazo un árbol
abrazo a su raíz, y en el jersey
presiento el pulso de la lana viva
y escucho las campanas vacías de sonido
y en los torrentes secos oigo correr el agua.
Porque en la sangre llevo los parajes
tal como estaban antes de que llegáramos.
Y, aunque vivo en ciudades hechas para el olvido,
saco a galopar mis venas
y el sudor me devuelve las tierras arrasadas.

"La memoria del visionado" (2006)

jueves, 16 de abril de 2020

El mar (Jorge Luis Borges)

Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

"El otro, el mismo" (1964)

jueves, 9 de abril de 2020

El pájaro libre (Juan Ramón Jiménez)

Canta, pájaro lejano...
(¿En qué jardín, en qué campo?)

Yo, mientras ¿no me levante?
En la penumbra del cuarto
brilla el piano cerrado,
sueñan los pálidos cuadros...

Por mí, pájaro lejano.

Sobre el río habrá un ocaso
de espejos de mil encantos,
saltará un alegre barco
entre la luz de los álamos...

Canta, pájaro lejano.

En el huerto, los naranjos
se dilatarán de pájaros,
el azul irá cantando
en el agua del regato...


Por mí, pájaro lejano.

Tú, pinar, hondo palacio,
detendrás el viento plácido,
el mar entrará oleando
entre los adelfos blancos...

Canta, pájaro lejano.

Yo no me decido. Vago
por la penumbra del cuarto.
Zumba el piano cerrado,
viven los pálidos cuadros...

Por mí, pájaro lejano...
(¿En qué rosal, en qué árbol?)

"Canta pájaro lejano..." (1983)

jueves, 2 de abril de 2020

Himno a la claridad (Raquel Lanseros)

A cambio de mi vida nada acepto.
¿Qué se puede ofrecer que valga más
que el calor de la llama, que la espiga
convocada a ser grano, que la noche
que dentro ya contiene el joven día?
Escucho mis pisadas sobre el suelo.
A lo lejos, alguien también las oye.
Tañido lastimero de campanas
en su oído. Eco de brasas tiernas
en el mío, que todavía es temprano
y en el cuerpo palpita el pulso errante.
Me pongo por testigo en esta hora,
cuando la lluvia lava más que riega
y los libros liberan más que nutren.
¿A qué esperáis? Encended los caminos,
que empapen bien los ojos. Recorredlos
mientras haya una lumbre en los pulmones,
mientras un niño aguarde su ocasión
de convertirse en hombre, mientras verbos
de orígenes distantes desemboquen
en una voz unida, mientras reinen
las noches que nos prenden, abrazad
el destello arcilloso de la tierra
que es nuestro hogar común,
el verdadero.
A cambio de mi vida nada acepto,
aunque sepa -y bien que eso me duele-
que no siempre es el justo el encumbrado.
La luz es un oficio fugitivo,
impenitente en su aversión al óxido.
Aun así, yo me aferro a esta urdimbre,
a esta pila de huesos que me suman,
a este rayo en proceso, presentido
en su persecución de lo inefable.
La profecía acampa frente al cielo
con los párpados tersos y se afana
en avanzar en base a lo avanzado.
Que nada nos detenga. La llamada
del infinito debe obedecerse.
Soberana inquietud que nos animas,
enséñanos a merecer el néctar
de estos días que nos tocan. Muéstranos
un modo de luchar contra el vacío
de este dulce interludio. Que la fe
en la alegría posible no abandone
ni la razón despierta ni el recuerdo.
Sé que tengo sentido porque vivo,
y sé que no hay dolor ni menoscabo
que puedan inmolar esta fortuna
de ser en el presente, de existir,
de sentirme el orfebre del instante.
Yo soy mi propio riesgo. Doy por cierta
la sed de infinitud que me espolea.
Ante el placer de respirar me postro.
No hay verdad más profunda que la vida.
"Las pequeñas espinas son pequeñas" (2013)