jueves, 19 de junio de 2014

Divagación (Joaquín Riñón Rey)

Escribo estas palabras, y no entiendo
por qué tan sólo soy (yo que no soy)
la confusión de unos sordos sonidos.

                               FRANCISCO BRINES




Hoy sólo soy la queja de una sombra. 
Mi sistema nervioso
no es más que una ficción virtual
                         suspendida en el humo
                         en la nada invisible
de la materia.

Pacen las horas
como animales innombrables.

No encajan los sonidos
entre la nervadura de mis letras.

No encuentro el arma
que lapide mis sueños
ni florece mi voz
                                  porque no sé
apilar las palabras en mis labios.
No sé si soy un eco
cinéreo que vuela en escisión
o nube transportada hasta un mundo infinito.

Más bien puede que sea
un trozo de algo
                                  deletreado
que se reclina
ante la dimensión de un punto
mínimamente caligráfico.


que hay algo que me empuja,
pues me veo hablando con el crepúsculo
en un no signo
de lengua enmudecida
que pronto vira amenazante.

Mas lo que me disuelve no es
la quimera
                     ni el viento
                                          ni la nada,
sino este mi real lenguaje
que ofende, que mutila, que herrumbra
el paisaje hialino en el que estoy.


Pero no culpo
de su imperturbable aroma esencial
al signo de la rosa,
aunque a veces escueza entre los labios,
sino a las densas horas de la noche
(animales
                            de espíritu febril,
llenos de losa y bruma
que me impiden pensar).

Mas,
pese a ese empeño del destino
de hacer de mí la nada más espesa,
seguiré con cariño escribiendo mis versos,
aunque sean voz
                                      de agua parda
que resbale entre manos que se cierran,

aunque viva atorado,
ennegrecido, como virtual sombra, 
sin saber qué es lo que me empuja
ni por qué sigo haciéndome
todavía
estas mismas preguntas.

Ausencias, El Limonero de Homero III (2012)


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