Gotea la noche como un orvallo tibio
sobre la tierra, y empapa el pensamiento
de sigilo y soledad. Amamantados ya sin ira
en esa ubre que es el firmamento,
adensamos nuestras manos en la calidez
errante del silencio y su murmullo.
Todo lo inunda el crepitar lento de las brasas.
Es entonces cuando se comprende el inútil
discurrir de los afanes en que la vida verdadera
se consume. Su fatigada vocación de muerte.
Su desvío del cauce plácido del fuego, con su luz
a punto de abrasar el filo inerte de las cosas.
"La Disolución" (2001)
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