Si se cifra tu empeño
en lograr ese fruto que de la rama pende,
ya lo alcanzó tu mano.
Hubo un salto y fue tuyo.
La recompensa no es el fruto mismo,
aun siendo éste tan dulce.
Sueña incesantemente
con la ocasión dichosa en que lo viste
en la mañana azul: el aire tibio
te trajo su perfume;
una abeja dorada zumbaba en torno suyo;
oíste cantar entonces
a un pájaro en lo alto.
El fruto verdadero es del momento
anterior al instante de saltar.
"Sueño del origen" (2011)
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