Nació, como un conjuro,
del miedo de las noches,
de un ritmo sin palabras que era el del corazón
y el del tiempo asustado de los astros.
Siguen estando aquí, bajo las delicadas
notas de algún piano
o en el viento afinado de una orquesta
el que encauzó el aliento en un hueso sin tuétano
para imitar la brisa o al animal furioso.
Quien chocaba un guijarro contra la roca dura
o golpeaba a compás un madero con otro
como quien interpreta el corazón del mundo,
el ritmo de los pasos
o el latido constante de la alta luz del día.
Aquí siguen estando,
con sus piedras sonoras o los pies en el suelo,
con su caña armoniosa
o el tambor que era un tronco que convocaba al trueno.
Aquel que una mañana sopló una caracola
como si respirara el mar, como si duplicara
el rítmico jadeo del combate o la cópula,
la emoción de la caza, la angustia en la carrera,
la vibración del viento o el canto de los pájaros.
Nació, como un conjuro,
del pánico ante todo lo que no tiene nombre,
ni cuerpo, ni mirada.
Del terror al sol negro
y a una luna que se hunde para siempre en el mar.
Y sigue estando aquí, como está en cada día
la oscura sucesión
de minutos y olvidos que completa la tarde,
la tarea de penumbra que oscuramente somos.
Blog dedicado a la poesía que desnuda el alma humana fijando la mirada en el mundo. Como Rafael Alberti nos dice: "No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo encerrado. Su canto asciende a más profundo cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres."
jueves, 28 de julio de 2022
Penumbra de la música (Santos Domínguez Ramos)
«El viento sobre el agua» (2016)
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