jueves, 28 de julio de 2022

Penumbra de la música (Santos Domínguez Ramos)

Nació, como un conjuro,
del miedo de las noches,
de un ritmo sin palabras que era el del corazón
y el del tiempo asustado de los astros.
Siguen estando aquí, bajo las delicadas
notas de algún piano
o en el viento afinado de una orquesta
el que encauzó el aliento en un hueso sin tuétano
para imitar la brisa o al animal furioso.
Quien chocaba un guijarro contra la roca dura
o golpeaba a compás un madero con otro
como quien interpreta el corazón del mundo,
el ritmo de los pasos
o el latido constante de la alta luz del día.
Aquí siguen estando,
con sus piedras sonoras o los pies en el suelo,
con su caña armoniosa
o el tambor que era un tronco que convocaba al trueno.
Aquel que una mañana sopló una caracola
como si respirara el mar, como si duplicara
el rítmico jadeo del combate o la cópula,
la emoción de la caza, la angustia en la carrera,
la vibración del viento o el canto de los pájaros.
Nació, como un conjuro,
del pánico ante todo lo que no tiene nombre,
ni cuerpo, ni mirada.
Del terror al sol negro
y a una luna que se hunde para siempre en el mar.
Y sigue estando aquí, como está en cada día
la oscura sucesión
de minutos y olvidos que completa la tarde,
la tarea de penumbra que oscuramente somos.


«El viento sobre el agua» (2016)

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