Tirgu Jiu
Nos sentamos a la mesa del silencio,
al aire de los chopos y los arces
del parque interminable de hojas muertas.
Implacable y amoroso
callaba el caudal inmóvil de blancos cantos.
La piedra ingrávida,
paréntesis al tiempo
y altar
de la profunda soledad del alma humana.
El blanco lecho vacío de las venas
era blanco como aquel blanco cauce
donde el río no corre.
Nos sentamos
y allí nos quedamos para siempre,
en la mesa del silencio.
Allí,
donde tiempo más tiempo más tiempo
no es nunca igual a tiempo.
"Acecho al alba" Antología (1999)
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