jueves, 1 de octubre de 2020

Este vivir huyendo (Basilio Fernández)

No hay tiempo que perder. La vida pasa.
No nos distraigamos
acariciando vieja arcilla.
Esta tierra que fertilizan nuestros huesos
nos da a cambio un prado, una nube sobre una colina,
la cinta azul de un río para encelar los ojos.
Apresuraos, a caballo, a escape,
flechas de las llanuras lisas.
Primavera, verano, otoño, nieve,
tobogán donde las ilusiones se desploman,
perfiles que tanto acaricié en silencio,
prismas purísimos de la noche.

Quién me dijera,
ya carbón humeante,
vana escoria arrojada, despojo del deseo,
que un día volvería a ese mundo olvidado.

Agua estancada ardiendo, primavera,
donde unos labios palpitaban,
cómo sospecharía
que habías de ser oasis de un desierto brumoso.

Sin embargo el retorno
es ya imposible. ¿Adónde voy? ¿Qué busco?
Esta estancia en que vivo
no es la misma de entonces, ni el teléfono
me trae aquella voz,
el mismo eco de ayer, calor de fuego fatuo.

Parece que los robles
me entregan sombra, pero mienten,
como miente la luz, y el aire, el cielo
que trae nuevas estrellas cada noche,
que nuevos ojos miran.

Nuevos ojos, nuevas manos que tocan
otros perfiles. Giran nuevas ruedas.
¿Para qué la memoria?
Ni lo desconocido. Experiencias inútiles
de otros aburrimientos como este mío, tuyo,
de afectos viejos que ya no son. Nostalgia, el veneno que tienta.
Si no hay nieves de antaño por las cimas,
ni aquel amor de ayer se paladea
ni esa palabra fúlgida; un momento de oro
ya cobre claro, oxida
su esmalte a cada hora.

Si todo se disipa, no os detengáis,
no hay metas: «habladle alto al olvido»,
la vida es un boomerang que a Dios regresa.


"Poesía completa" (1927-1987)

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